viernes, 30 de septiembre de 2011

Curiosidades y anécdotas de Brasil 1950

Mufa
El arquero brasilero, Moacir Barbosa, nunca logró sobreponerse al "Maracanazo". De ídolo pasó a ser el hombre más odiado del país. En 1993, intentó visitar a su Selección que se estaba preparando para el Mundial del año siguiente. Un directivo se enteró de lo que planeaba el ex arquero y ordenó a los guardias que no lo dejen entrar:" Llévense lejos a esta persona, que sólo trae mala suerte". Hasta el día de su muerte, Barbosa repitió incansablemente:" La pena más alta en mi país por cometer un crimen es de 30 años. Hace 50 que yo pago por un delito que no cometí".

Curiosidades y anécdotas de Brasil 1950

Rimet
Cuando Jules Rimet, presidente de la FIFA, abandonó su palco para dirigirse al campo de juego y encabezar la ceremonia de clausura, el partido todavía no había finalizado: se encontraba igualado en uno. Brasil era campeón y Rimet había practicado el discurso en un solo idioma: el portugués. Sin embargo, al llegar al césped, se enteró de que el resultado había cambiado. Uruguay era otra vez campeón. Rimet se olvidó del protocolo y, entre la muchedumbre que festejaba, descubrió al capitán uruguayo y le entregó el trofeo. No le salió una palabra, solamente le estrechó la mano.

Curiosidades y anécdotas de Francia 1938

Derrota festejada
Mussolini volvió a entrometerse con sus particulares manejos en esta edición mundialista. Volvió a amenazar de muerte a todo el plantel, incluido al DT Pozzo, si no regresaban a Roma con la Copa. Mussolini envió a la concentración de París un telegrama con tres palabras: "Vencer o morir". Los Azurros jugaron tan tensionados el partido final que, tras el pitazo final, los húngaros casi se suman a la vuelta olímpica, a pesar de su propia derrota. El arquero magiar, Szabo, no podía disfrazar su sonrisa:"Nunca me sentí tan feliz después de una derrota. Con los cuatro goles que me hicieron les salvé la vida a once personas".

Curiosidades y anécdotas de Francia 1938

Problema elástico
En el minuto sesenta de la semifinal de Italia frente a Brasil, el árbitro suizo Wurthrich marcó un penal para los defensores del título. El capitán europeo, Giuseppe Meazza, asumió la responsabilidad del disparo, aunque su uniforme no estaba en condiciones: en una jugada previa se le había roto el elástico del pantalón, en un forcejeo con el rival. Sin quitar su mano de la cintura, para impedir que el short cayera, Meazza acomodó la pelota, tomó carrera y el balón se coló en la red. Exultante por el gol, que dejaba a su equipo a un paso de la final, Meazza corrió a donde estaban los hinchas italianos y, al levantar las dos manos para celebrar, quedó en calzoncillos.

martes, 13 de septiembre de 2011

Curiosidades y anécdotas de Italia 1934

Ni parecido

Al día siguiente del triunfo ante Checoslovaquia, el italiano Raimundo Orsi, autor del gol de la victoria, aceptó hacer una sesión de fotos para los periódicos locales. Los reporteros llevaron a Orsi hasta el Estadio donde se jugó el encuentro decisivo, colocaron sus cámaras detrás del arco en el que se había señalado la conquista, y pidieron al "Héroe" que repitiera el formidable disparo que había doblegado al arquero Planicka y consagrado campeón a Italia. Debido a los obsoletos mecanismos de los equipos fotográficos de la época, nadie había logrado retratar a Orsi en el momento culminante. El italiano probó dos, tres...veinte veces, pero la pelota nunca pasó, ni cerca, por el sector junto al palo donde había ingresado la tarde interior. El sol se fue, y los fotógrafos debieron regresar a sus redacciones sin la imagen destacada de la Copa.

Curiosidades y anécdotas de Italia 1934

Cuestión de Estado

Días antes del comienzo del torneo, Mussolini se reunió con el entrenador italiano, Vittorio Pozzo, para advertirle: "usted es el único responsable del éxito, pero que Dios lo ayude si llega a fracasar". La amenaza se hizo extensiva también a los jugadores: "ganan o shhh", les advirtió pasando su dedo índice por la garganta, durante una comida. Para Mussolini, la Copa no era una simple competencia deportiva, sino la ocasión ideal para mostrar al mundo el poderío fascista.

Un árbitro, un estilo, varios problemas

El arbitraje es uno de los trabajos más infieles. Los insultos se transforman en moneda corriente en la vida de estas personas. Muchas veces, las críticas son inmerecidas; otras, totalmente justas. Equivocarse es humano, está escrito en el formato de vida de cada individuo. El mundo del arbitraje no es la excepción. 
Saúl Laverni, en su corta carrera, ha cometido grandes errores. Aunque el resto de los jueces no está exento, esta persona tiene una arista muy especial para analizar: la soberbia llevada al extremo.
Su manera de hablar, de expresarse y de llevar el trámite del partido, irrita a jugadores, directores técnicos y al público en las tribunas. Laverni no admite sus errores. Posee un ego muy particular: su soberbia aumenta a medida que se equivoca. A continuación, los fallos más resonantes:
En septiembre de 2010, en la Copa Sudamericana tuvo una noche fatídica: expulsó a tres jugadores de Vélez y a uno de Banfield.
En el primer tiempo fueron notorios los errores y la falta de autoridad. Permitió el juego fuerte y no castigó como debía las infracciones. Por ejemplo, Somoza y Bustamante merecieron la tarjeta roja por infracciones cometidas a Erviti y Bella, respectivamente. 
En el segundo período, Laverni completó su noche negra con las expulsiones de Ortiz (recibió la amarilla por una falta y en la misma jugada, por no acercarse al árbitro, vio la roja) y de Silva, más allá de que la reacción de los jugadores de Vélez fue muy ingenua. 
Para finalizar su pésima actuación, adicionó tan sólo dos minutos: hubo seis cambios y cuatro expulsados.
Este año, en el “Clausura”, tuvo otra jornada paupérrima. Al límite con el escándalo. El gran perjudicado fue Godoy Cruz, que se jugaba la posibilidad de ser puntero, pero empató con Banfield 1 a 1. Aunque,  en realidad, eso es lo de menos: en una noche de desaciertos (córners no cobrados, infracciones ignoradas, acciones violentas pasadas por alto, laterales para un equipo sancionados para el otro), no cobró, en forma increíble, un gol de Diego Villar, el volante del equipo mendocino, a los 21 minutos del segundo tiempo, cuando el juego ya estaba igualado. 
Desde 30 metros, Villar envió el balón por encima de Bologna, la pelota entró 50 centímetros y, sin embargo, el asistente Ariel Bustos no lo vio. Minutos después, Álvaro Navarro cayó desplomado en el área. Era penal para el Tomba. El árbitro y el juez de línea  lo ignoraron.
Luego de este partido, Laverni no dirigió más por el resto del campeonato. Volvió al ruedo en este torneo pero, fiel a su estilo, y a pesar de todos los golpes que recibió, continúa con los mismos mecanismos que lo catalogaron como uno de los peores árbitros del fútbol argentino.

¿Fútbol argentino o fútbol europeo?

El dilema se ha instalado desde hace años en nuestra sociedad. Los latinoamericanos, cada vez que vamos al viejo continente, alabamos la estructura, la organización, admiramos cómo se vive el deporte más popular del mundo, sin ningún tipo de incidentes. Nunca se observan hechos delictivos ni de violencia.
La otra realidad, la trágica, es la de los “Barrabrava” que cada vez poseen más poder; la de las muertes insólitas, sin sentido, en las que muchas veces los encargados de brindar seguridad son aliados del delito. Ese es nuestro fútbol.
En Europa, se dice que el público es frío, que no sienten el mismo amor que los argentinos, que sus festejos son aburridos y que el resultado, simplemente, es una anécdota. Si ésa es la solución para prevenir el “caos” que se produce por pasión,  placer, corrupción o poder, bienvenida sea esa mentalidad a nuestro país.
Por otra parte, desde este lado del Océano Atlántico, el asombro que causa cada vez que sale un equipo a la cancha, el aliento incondicional cualquiera sea el resultado, las banderas, los bombos, el color y todo  ese “folclore” que es tan nuestro, es realmente increíble. Por eso, hay tantos extranjeros por cada rincón de los estadios nacionales. 
Claramente, y sin descubrir nada, estamos ante un problema cultural. El nivel extremo de violencia por el que pasa nuestro país, el exitismo, la adrenalina con la que convivimos segundo a segundo, la vertiginosidad y desprolijidad con la que se disputan  los partidos, lo ilógico e incierto del resultado final, hacen que nuestro fútbol, el fútbol argentino,  convoque, semana tras semana, a millones de argentinos, quienes, a pesar de las diferencias, compartimos la misma pasión.

Convocatoria para encontrar el rumbo

El flamante entrenador de la Selección Argentina, Alejandro Sabella, confeccionó la lista de jugadores con la que afrontará los compromisos frente a Brasil. Hubo varias sorpresas, pero en este caso, la más resonante es la de Juan Román Riquelme.
El mediocampista de Boca retorna luego de casi tres años, tras renunciar en dos oportunidades. La primera, cuando el DT era José Pekerman. Las razones fueron la falta de salud de su madre. La segunda, fue por las diferencias con Diego Maradona.
Román comenzará su tercera etapa con 32 años y arriba con una excelente preparación física. Su personalidad, su talento y su experiencia pueden llegar a ser fudamentales para reconstruir a esta caída Selección Nacional. Sabella apuesta a él porque sabe que va a potenciar a sus compañeros, que cualquiera sea el resultado se cargará el equipo en su espalda y afrontará los retos, y que la Verdeamarelha será una gran prueba para comenzar a rearmar el equipo y probablemente, Riquelme sea el fiel exponente en este nuevo ciclo.
Pachorra intentará que Román marque el camino dentro y fuera de la cancha y el 14 de septiembre tendrá que demostrar por qué es uno de los mejores del fútbol argentino.
En Boca, es el responsable de este buen comienzo. Construye a través de su rapidez mental casi todos los ataques del conjunto de Falcioni. Su gran objetivo será triunfar con la Albiceleste y poder ubicarla en un sitio de privilegio.
El contrapunto de esta convocatoria es que si se quiere realizar un proyecto a largo plazo, la edad le juega en contra. El Mundial de Brasil se jugará en menos de tres años y Riquelme tendrá 36 primaveras. Por lo pronto, él aclaró que quiere seguir jugando; luego dependerá del entrenador de turno.
Sabella pretende formar su equipo a través de un enganche, y en ese puesto, Román tiene todas las de ganar. Habrá que esperar para saber si será parte de este proyecto o si será un período para culminar su exitosa carrera.